La empresa donde trabaja el negro, cada tanto hace regalitos a modo de incentivo y premio por el buen desempeño.
Esta vez, le regalaron una cena para dos en
El Faro, el restaurant del Hilton.
Y allí fuimos el sábado a la noche, la verdad que bastante ansiosos... convengamos que uno (o por lo menos nosotros!) no va todos los días a cenar a un restaurant de hotel 5 estrellas.
Nos pusimos lo mejorcito que teníamos en el placard - y que aún nos entra - y partimos para llegar 9 de la noche en punto, la hora a la que teníamos nuestra reservación.
De entrada, había una fiesta en algún otro salón del hotel, así que lo mejorcito de nuestro guardarropa no se acercaba ni lejos a las pilchas que lucían los invitados. Pero igual nosotros íbamos para otro lado, así que no nos preocupamos.
El restaurant estaba vacío, así que nos ubicaron en el lugar que elegimos. Sinceramente la decoración, las mesas, las sillas, la ambientación, me fascinaron...
Traen la carta, elegimos la entrada, el mozo nos pide además la elección del plato principal... "lo vamos pensando" contesto, "lo lamento señora, tengo que ordenar todo junto para que el chef pueda coordinar la salida de los platos". Marlena toma nota mental: en los restaurants "paquetes" la entrada y el plato principal se ordenan juntos, zoquete!
Segunda situación, hay varios nombres de platos que no sé que son... "Que será una roulade?" pregunta el negrito, "ni idea, pedilo y vemos jeje". Marlenita sigue tomando nota mental: la próxima vez, mirá la carta por internet e investigá que son los platos!
Tercera situación, antes de traer la entrada nos traen una especie de cucharita de porcelana con un salmón con salsita de no se cuanto. La
cucharita se parecía a unas que mi mamá tenía en una repisa, decorativas, no sabía que también se usaban para comer... resultado? con la salsita dejé unas bonitas manchas en el delicado mantel (ups!).
Lo que elegimos, la verdad, riquísimo! Excelentes platos, muy bien servidos, muy ricos y en porciones generosas. Párrafo aparte para el pan, una variedad de delicatessen que incluía hasta una trenza de pan negro con pasas de uva.
La bebida la sirvieron en las copas, pero sobre la mesa no dejaron las botellas, por lo que traté de "cuidar" lo que tomaba para estirarlo lo más posible. Cuando nuestras copas estaban por vaciarse, el mozo se acercó y nos sirvió de nuevo. Marlena toma más notas mentales: el mozo no deja las botellas en la mesa porque queda feo, pero se pasa la cena observándote para que no te quedes con la copa vacía.
El postre... que momento! no entendíamos ni uno de los nombres de la carta... El negrito pidió algo llamado "composición de dulce de leche" y yo me hice la canchera y pedí Creme Brulee (muchachos, a mí no me engañan, eso era crema pastelera servida en vasitos).
Terminamos la velada, y partimos con la panza llena hacia nuestro dulce hogar.
Conclusión: fue una linda experiencia, muy bien atendidos, comimos cosas riquísimas y la velada fue de lo más romántica. Pero cuando uno no se siente en su elemento, en su ambiente, no la pasa del todo bien.
Con el negro coincidimos en que nos sentimos un poquito incómodos, y que pasamos toda la velada, básicamente, tratando de no ser nosotros mismos. La high society no es lo nuestro, sin lugar a dudas.