De cuando el día se hizo noche en 5 minutos
Mismo viaje del post anterior. Esta vez, haciendo campamento agreste en Lago Escondido (una ciudad que queda aprox. a 60 km de Ushuaia).
Tres de los "grandes" (mi mamá, mi tío y mi tía) se iba a Ushuaia a buscar provisiones, y los "chicos" (mis tres primos y yo) quedábamos a cargo de mi papá, que además tenía que preparar el chivito... Pobre el viejo, era una máquina de generar anécdotas!
La curiosidad que descubrí ese año, es que en esa zona se hace de noche muy tarde (a eso de las 22hs más o menos), y que de la claridad de la tarde a la oscuridad de la noche, se pasa en no más de 15 minutos. Eso hacía que tuviéramos los horarios cambiados, porque uno cuando está de vacaciones no mira mucho el reloj, así que siempre terminábamos cenando a las 2 de la madrugada!
La cuestión es que estábamos aburridos y le dijimos al viejo que íbamos a dar una vueltita.
"No se vayan muy lejos eh?! que yo tengo que vigilar el chivito" nos dijo papá.
Después de pastorear por ahí un rato, decidimos tomar el camino que llevaba a la ruta desde el lugar donde acampábamos a orillas del lago, para ir a esperar al resto de los grandes.
Llegamos a la vera de la ruta, y nos sentamos en unos troncos a charlar y a esperar, cuando de pronto descubrimos que estaba empezando a caer la noche. No nos dió tiempo, luego de recorrer un corto tramo del camino de regreso, cayó la noche... Yo sentía que me temblaban las piernas, no sabía si correr para adelante o volver, no podía llorar para no asustar a mi prima la más chica, pero me moría de miedo... Mi primos iban a escuela religiosa, por lo que lo primero que propusieron fue tomarnos de las manos, y rezar (yo en esa época creía en dios, así que rezamos todos juntos).
Caminabamos en la oscuridad, tomados de la mano y rezando, la única iluminación era las estrellas (y no es una licencia poética, es literal), cada tanto nos sobresaltábamos cuando una liebre cruzaba corriendo delante nuestro. Realmente pensé que me iba a quedar dura ahí del ataque de pánico.
Por suerte, al rato de caminar a oscuras, un auto se aproximó por el camino, y eran los "grandes" que volvían con las provisiones. Nos subieron al auto, y volvimos a las carpas todos juntos.
Cuando llegamos mi viejo estaba histérico! Ahí acuñó la frase con la que la gastamos durante muchísimos años... "Vos perdoname anita*, pero estos pendejos... son una manga de hijos de puta!!!".
*anita es mi tía, y la madre de 3 de los 4 hijos de puta jejeje
5 comentarios:
Jajajaja...no puedo parar de reírme x la frase de tu viejo...jajajaja
Es hermoso el sur...y q sean las 9 de la noche y recién esté atardeciendo es algo impagable...yo lo viví en bariloche...
De paso...pregunto...no había linternas??
Y aparte...salió rico el chivito?!?!
Besos!
Siempre tan creativos los niñosssss... ya te va a tocar insultarte sola (que no es otra cosa que hijoputear al propio, je)
jajajaj.. buenesemooooo!! pobre viejo che.. encima que le toco cocinar le hacen pegar ese jabón.. que guachos..
Yo me mandé una similar pero en un bote.
Habiamos ido a comer un asado a la isla y con uno de los hijos del otro matrimonio y su primo nos escapamos en bote (rio paraná) y cambio la corriente y no sabiamos como mierda volver. Nos faltaba remar con los dientes.
Los mayores salieron a buscarnos en lancha y cree que nos trajeron a los golpes hasta la isla.
Encima, al otro dia, los tres teniamos una insolación de aquellas con fiebre, vómitos y demás.
Divina la experiencia.. jajjaj
Un beso para los tres.
Lo de la luz es espectacular, en este momento son las 22:15 en Río Grande y es de día. Espero que la cena haya estado buena por lo menos
Mis cagazos también pasan por los viajes. El peor fue yendo de Mendoza a bariloche, por la ruta 40, que a esa altura es de ripio, pero los paisajes Malargüinos son increibles (vean mi último post). El tema que es una ruta casi recta, pero cruza varias lomas, aunque igual se puede ir medianamente rápido. La cuestión que al asomarme a una loma, solo ví el Río Barrancas que separa Mendoza de Neuquén y aún no se como, logré maniobrar el auto y encajarlo en un viejo puente en el que solo cabía un coche y estaba a 90° de la ruta.
Imaginense la cara de mi mujer el resto de los 900 km, porque no me dirigió la palabra por tres días.
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