Él fue nuestro primer "compromiso" como pareja. Decidimos comprarlo a los 2 meses de convivencia, y para eso nos sentamos y hablamos largo y tendido sobre la responsabilidad que acarrea tener una mascota. Cuando estuvimos de acuerdo, el Negro se ocupó de todas las averiguaciones y un día me llamó al trabajo para decirme que nos encontrábamos en la veterinaria.
Cuando llegué, me pusieron al "lechoncito" de casi dos meses y panza rosa en los brazos, y él giró su cabecita y me llenó de besos mientra no paraba de mover la cola como un ventilador.
Fue amor a primera vista...
De chiquito rompió cosas como todo cachorro, y lo fuimos educando a base de "premios" hasta que hoy con sus 2 años y medio, se porta muy bien. Tiene sus cositas de eterno adolescente, propias de su raza (labrador dorado), pero es un sol...
A las pocas semanas de quedar embarazada, pareciera que se había dado cuenta, porque se transformó en mi guardián, permanentemente. Él que nunca ladraba, si estoy sola en casa y siente ruidos en el pasillo, se le erizan los pelos y se pone a ladrar en la puerta como queriendo ahuyentar a cualquier extraño que se acerque.
Incluso cuando el negrito juega de manos, él enseguida se pone en el medio, para que no me moleste.
Cuando me pongo en el sillón a ver tele, él apoya el mentón sobre mi panza, para que le acaricie la cabeza, y a mí me dan ganas de comérmelo a besos!
El otro día ya estábamos pensando en como "presentarle" a Poroto cuando llegue a casa, y ojalá se convierta en su compañero de aventuras...
Hace 6 meses.