Existen ciertas experiencias en la vida, que al recordarlas pienso que han sido extraordinarias, pero si alguien me preguntase si estoy dispuesta a repetirlas, contestaría sin lugar a dudas... NI LOCA!!!
Una de esas experiencias, es la de la Caverna de las Brujas, en Malargüe, provincia de Mendoza. Lo que uno puede ver y sentir allí, es fascinante, desde los preparativos (cascos estilo minero, con la linterna al frente), hasta el ingreso a la primer cámara, enorme y totalmente a oscuras, para que se acostumbre la vista, y mientras uno se

deja envolver en el relato del guía, se sorprende como de a poco, empieza a ver formas, donde antes era sólo negrura.
Una vez que empieza el recorrido, se prenden las linternas de los cascos, y uno se sumerge en el corazón de la caverna, pasando en primera instancia por un pasadizo extremadamente angosto, por el que hay que pasar gateando. Luego, se empiezan a abrir las cámaras, húmedas, frías, resbaladizas... y se empieza a trepar o deslizar, según lo exija el recorrido.
En verdad es maravilloso, esas estalactitas y estalagmitas que van dibujando los pisos, los techos y las paredes de la caverna. Genera adrenalina, es una aventura, hay que tener cuidado de no caerse, y hasta determinado momento, es emocionante.
Ese determinado momento del que hablo, fue el que me hizo conocer el pánico realmente por primera vez en la vida... Me dí cuenta de que otras veces en las que consideraba haberme aterrado, había sido sólo miedo, y esta vez estaba por primera vez frente al pánico.
Para algunos será una pavada, pero cuando se llega al punto del recorrido donde se debe subir por una mínima escalerita metálica (como si fuera una escalera de pintor, pero amurada a la piedra, es decir, sin baranda ni otro tipo de protección) que conecta una cámara con otra que está más arriba, y a los costados el piso cae en un escarpado sin que la luz de nuestros cascos permitiera ver el fondo, me paralicé... el corazón me latía con una fuerza descomunal, intenté subir dos escalones y el guía dijo las palabras nefastas... "no mires hacia abajo". Como era de esperarse, miré, y en ese instante conocí el pánico... mi cerebro le decía a mis piernas que se movieran, y mis piernas agarrotadas se negaban, yo miraba hacia arriba y lo veía a mi marido (entonces todavía era mi novio) que movía los labios mientras me tendía sus manos, pero no podía entender lo que decía, sentía que estaba haciendo una fuerza sobrehumana y aún así mis piernas se negaban a moverse.
Hasta que al fin pude tener algún tipo de reacción para que la gente a mi alrededor entendiera que pasaba... la reacción no fue la esperada, pero por los menos me permitió hacerme entender para que alguien me ayude: estallé en llanto y grité "no ven que las piernas no me responden, la reputa madre que los parió???!!!". Empecé a temblar, y entre el guía y mi marido me ayudaron a subir... Estábamos en la mitad del recorrido, si queríamos volver deberíamos hacerlo solos, porque el guía no podía dejar a toda la gente varada en la mitad de la caverna; así que decidí seguir, con el compromiso del guía de que me ayudaría en todo el trayecto.
Lamentablemente, desde ese punto hasta el fin del recorrido, no pude disfrutarlo más, y la verdad que no volvería a hacerlo. Pero fue una experiencia única (e irrepetible!) y me sirvió para darme cuenta de que le tengo terror a la sensación de vacío bajo los pies (no a la altura, sino a esa sensación de vacío).
Siempre me quedó la duda de si no es peligroso, porque lo parece! pero nunca escuché de alguien que se haya accidentado allí. Si alguien tiene datos al respecto (Javi?), me gustaría saber.
A los aventureros, que no tienen problemas con la oscuridad, los espacios reducidos, ni las alturas, se lo recomiendo!!!